Miles de camiones recorren Europa cada día para mover mercancías. Reducir sus emisiones es uno de los grandes retos logísticos de esta década. Hoy, la transición se apoya en dos tecnologías que ya están en marcha: los camiones eléctricos de batería y los camiones impulsados por hidrógeno, que se perfilan como la opción más prometedora para el transporte pesado de largo recorrido.
Hasta ahora, los camiones eléctricos se han afianzado en la logística de última milla y en rutas de media distancia, con autonomías de hasta 300 km. Pero el salto a trayectos más largos empieza a ser realidad:
El hidrógeno es la otra gran apuesta para descarbonizar el transporte pesado, ya sea en forma de pila de combustible o como carburante para motores adaptados.
Frente a las baterías, que necesitan cargadores potentes y tiempos de recarga más largos, el hidrógeno ofrece dos grandes ventajas en ruta: repostaje rápido —casi tanto como con vehículos diésel— y autonomías de entre 800 y 1.000 kilómetros. Aun así, hay serios retos: producir, almacenar y transportar hidrógeno sigue siendo muy caro. Por eso, ahora estamos en una fase de iniciativas piloto, con las que aprender de cara a un despliegue a gran escala en el futuro:
Por primera vez, hay alternativas reales al diésel en el transporte de alta capacidad. En los próximos años veremos qué tecnologías se adaptan mejor a cada tipo de trayecto y consiguen reducir de verdad las emisiones en carretera.